La piel puede ser sensible de forma natural o volverse sensible en todas las etapas de nuestra vida debido a diversos factores.
Por ejemplo, el uso de productos cosméticos inadecuados puede debilitarla porque muchos de ellos están compuestos de ingredientes de baja calidad que contienen pequeñas partículas de suciedad llamadas microcontaminantes.
Otros elementos nocivos que deberían tenerse en cuenta son: La baja calidad del agua, las condiciones medioambientales (exposición UV, variaciones de temperaturas, viendo, contaminación, polución, etc.), factores psicológicos (como el estrés) y cambios hormonales (los ciclos menstruales y desequilibrios hormonales, por ejemplo). Como mediadora entre nuestra biología interna y el mundo exterior, la piel se expone diariamente a múltiples factores que pueden sensibilizarla potencialmente.